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Moda en cuarentena

A finales del 2019 surgió en Wuhan (China) el virus que llevó a la Organización Mundial de la Salud a declarar la pandemia: el Coronavirus o COVID-19. Este virus tiene a Italia en cuarentena a causa del alto número de contagios y llevó a España a declarar el Estado de emergencia. Por otro lado, Wuhan, dio de alta a su último paciente contagiado este domingo.



Los efectos de la pandemia y el rápido avance del COVID-19 alrededor de todo el mundo han golpeado no solo los sistemas de salud de los más de 100 países en a los que ha llegado, sino las economías y las industrias. La moda no ha sido ajena a sus efectos, porque las confecciones de las grandes empresas del fast fashion están en China. El gigante asiático además supone el 8% de las ventas de Inditex y se ha previsto una reducción de hasta un 70% en las ventas. En España, donde el 23% de las confecciones dependen de las importaciones, se prevén pérdidas millonarias por efectos del Coronavirus. Esto nos lleva a repensar mucho en relocalizar las confecciones, y que los pequeños productores tengan una respuesta más inmediata a los clientes y su demanda.


Para la moda colombiana, el panorama no es diferente a la de los grandes gigantes de la moda en medio de esta situación. Las marcas que realizan su producción en China, se verán afectadas a la hora de entregar de sus colecciones por los largos períodos de cuarentena que atravesó el país asiático; así como quienes producen en Italia, ya que como les conté al principio el país está en una cuarentena total y muchas empresas han cerrado temporalmente.


Giorgio Armani fue uno de los diseñadores que se presentó a puerta cerrada en el Milan Fashion Week, antes de que el país se decretara en emergencia sanitaria; tres marcas decidieron cancelar sus desfiles en París y la apertura de las tiendas Hugo Boss, Ralph Laurent y Cartier hasta nuevo aviso; y semanas de la moda como la de Seúl y Tokio han sido canceladas. A los fashion shows que se han realizado, los asistentes llevan su propio antibacterial y su tapabocas de diseñador. Este último elemento ha sido tendencia en la industria de la moda a causa del estallido social que se desató en varios países del mundo a finales del 2019.



Personajes como Billie Eilish y Bad Bunny han introducido los tapabocas como accesorios de moda urbana y a la vez como símbolo de protesta por el cambio climático, lo que ha hecho que las firmas de moda hallen en el pánico por el contagio un aliado para garantizar la no reducción de sus ventas que se han visto tan afectadas. Marcas como Fendi y Louis Vuitton, han agotado sus existencias pese a que su precio oscila entre los 100 y 100 euros por Unidad. Pero también ha estallado el debate sobre la higiene entre diseñadores y la medicina, por la pertinencia del uso de estos elementos como lujo y no como un elemento de protección para enfrentar la pandemia del Coronavirus; ya que sus referencias no cuentan con las especificaciones técnicas ni de salubridad para garantizar el no contagio del virus.


Es el momento de repensar nuestra manera de diseñar y producir, de estar a la vanguardia de los nuevos fenómenos sociales y plantar cara desde la industria a las coyunturas mundiales.

El COVID-19 más allá de asustar también está llevando a la industria de la moda a reflexionar y a repensar el sistema de temporadas para la producción; y de negociación, especialmente por los grandes retailers. Por esto pienso que ha llegado el momento de volver a lo local, a comprar a los diseñadores emergentes que emplean a madres cabezas de familia y a todos los que pertenecemos al sistema moda en sus diferentes eslabones, a pensar en una producción y un diseño consciente y sostenible.


Como diseñadores y cabezas de la segunda industria más contaminante, después del petróleo, es nuestro deber acoplarnos a las nuevas metodologías de trabajo. Diseñadores colombianos como Isabel Henao, anunciaron en sus redes sociales que sus operarios trabajarán desde sus casas, y que las citas se atenderán con las respectivas medidas de prevención. Es el momento de repensar nuestra manera de diseñar y producir, de estar a la vanguardia de los nuevos fenómenos sociales y plantar cara desde la industria a las coyunturas mundiales, pero también debemos ser responsables y es por esto que aunque el tema de las máscaras antipolución y los tapabocas no pueden ser reemplazados por simples accesorios de lujo por ser tendencia, nuestro papel en la sociedad debe ser de mejorar la calidad de vida, de pensar en nuevos materiales, que el diseño sea una herramienta para que la vida de las personas sea mucho más sencilla, pero además, que todos seamos más conscientes de nuestro entorno como consumidores. Todo esto se da porque la moda responde al activismo social y político, que se ha fortalecido en estos momentos, y señalar a la moda como una industria “frívola” y sin sentido sería una ligereza y un prejuicio, porque cada colección y cada prenda es cuidadosamente elaborada a partir de una investigación detallada que permita dar respuesta a todos estos fenómenos, que resultan en la innovación en el uso de materiales y producciones más éticas y sustentables. Movimientos como el Fashion Revolution a nivel mundial y MOLA en Latinoamérica lideran estos cambios y nos llaman a ser más responsables y conscientes como diseñadores y consumidores. No esperemos a una nueva situación de caos que nos haga sentir la inminencia de un apocalipsis como de alguna manera está sucediendo con el Coronavirus, el momento de hacer algo es ahora.


El Insight de esta semana es reflexión. Como emprendedores y como personas que habitan este planeta por medio del sistema modo tenemos que ser muy responsables de la manera como vivimos, como producimos y como consumimos.
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